Bajar de peso no siempre es tan simple como comer menos y moverse más. La realidad es que hay varios elementos que pueden interferir con ese objetivo y a veces no son tan evidentes como pensamos.
A continuación, te cuento algunos de los obstáculos más comunes que pueden estar jugando en contra de tus esfuerzos: el estrés, dormir poco, las elecciones alimenticias y moverse poco durante el día.
Estrés
El estrés influye muchísimo en nuestro peso. Cuando estamos estresados, el cuerpo libera una hormona llamada cortisol, que afecta cómo funciona el metabolismo y, además, aumenta el apetito, sobre todo por cosas dulces o grasosas. Esos famosos “alimentos de consuelo” —como el chocolate, unas papitas o algo de comida rápida— son el primer antojo que suele aparecer.
Además, el estrés nos lleva muchas veces a comer sin tener hambre de verdad; eso se conoce como “hambre emocional.” Por ejemplo, después de un día agotador, quizás termines buscándote un helado o algo dulce solo por sentirte mejor, aunque no lo necesites.
¿Cómo manejarlo?
Aprender a manejar el estrés es fundamental. Hacer cosas como meditar, practicar yoga o simplemente salir a caminar puede ayudarte bastante. También hablar con alguien de confianza puede aliviar mucho la tensión del día a día.
Sueño insuficiente
No descansar bien también puede jugar en contra de la pérdida de peso. Dormir es vital para que el cuerpo funcione como debe. Si dormimos mal o poco, aumentan los niveles de grelina —que nos da hambre— y bajan los de leptina —que nos hace sentir llenos—. Es decir, al día siguiente es más probable que comas de más sin darte cuenta.
Y claro, al estar con sueño o agotado, cuesta más tener energía para cocinar algo sano o hacer ejercicio. Eso facilita caer en soluciones rápidas como comida chatarra o snacks calóricos.
¿Cómo mejorar el sueño?
Apunta a dormir entre 7 y 8 horas cada noche. Trata de tener una rutina fija y alejarte del celular o la tele antes de dormir. Si el problema persiste, lo mejor es consultar con un médico para buscar una solución adecuada.
Elección de alimentos
Las decisiones que tomamos al comer son clave. Muchos productos están llenos de “calorías vacías,” como la comida rápida, los refrescos o los dulces. Aunque llenan momentáneamente, no aportan nutrientes reales ni te dejan satisfecho, lo que hace que comas más sin darte cuenta.
Si tu dieta carece de frutas, verduras, proteínas magras y alimentos integrales, es probable que no sientas saciedad real. Eso abre la puerta a más antojos y picoteo innecesario durante el día.
¿Cómo mejorar la elección de alimentos?
Elige cosas con buena cantidad de fibra y proteína: frutas, verduras, legumbres, carnes sin grasa y granos enteros. Estos te ayudan a sentirte lleno por más tiempo. Trata de evitar lo más que puedas los ultraprocesados y los refrescos con azúcar, que solo suman calorías sin aportar nada útil.
Falta de actividad física
Moverse es clave si queremos mantener el peso. Si pasas mucho tiempo sentado y no te mueves lo suficiente, el cuerpo no quema lo que come, y eso lleva a ganar peso, incluso si no estás comiendo tanto.
Además, estar más activo tiene beneficios extra: mejora el estado de ánimo, reduce el estrés, y fortalece tu cuerpo. No necesitas ir al gimnasio todos los días. Cosas simples como caminar, subir escaleras o incluso hacer quehaceres en casa ya ayudan a moverte más.
¿Cómo incorporar más movimiento?
Proponte al menos 30 minutos de actividad física diaria. Puede ser salir a caminar rápido, andar en bici o simplemente bailar un rato en casa. Si no estás acostumbrado a hacer ejercicio, comienza con metas pequeñas y ve subiendo de a poco. Lo importante es que empieces a moverte más cada día.
Conclusión
El estrés, dormir poco, comer mal o no moverse lo suficiente pueden estar saboteando tus esfuerzos para bajar de peso. No se trata solo de contar calorías, sino de hacer cambios pequeños que, con el tiempo, suman. Empieza por mejorar tu descanso, elegir mejor lo que comes y moverte un poco más. Todo eso, poco a poco, puede marcar la diferencia. ¡Y claro que puedes lograrlo!